Los niños y niñas de Infantil de 4 años viven emocionantes experiencias en el pabellón escolar a través de la psicomotricidad relacional, una metodología que promueve el desarrollo emocional, social y motriz mediante el juego libre y simbólico.
La sesión comienza con un ritual que ya forma parte de su rutina: descalzarse al entrar al pabellón, conectando así con el espacio de forma natural y sintiendo el suelo bajo sus pies. Después, realizan un breve momento de yoga, adoptando posturas como la mariposa, la hoja plegada, la tortuga, el árbol,…. Estas posiciones no solo ayudan a flexibilizar sus cuerpos, sino que también fomentan la concentración y la calma, preparando el ambiente para el juego.
Antes de empezar la actividad principal, se recuerdan las normas fundamentales para un juego seguro y respetuoso: «no me hago daño y no hago daño a los demás» y «si quiero un objeto, lo pido por favor y si el compañero me dice que no, espero a que termine de jugar». Estos acuerdos básicos fomentan la empatía, la tolerancia a la frustración y el respeto por el otro, pilares fundamentales de la psicomotricidad relacional.
¡A la de una, dos y tres y todos los bloques caen al suelo! A partir de ese momento, la imaginación toma el control. Cada niño y cada niña explora su creatividad construyendo torres, escondites o vehículos imaginarios. Este juego libre y simbólico favorece la expresión emocional, permitiendo a los pequeños representar sus deseos, miedos o alegrías a través del movimiento y la interacción con sus compañeros.
Cuando el juego está llegando a su fin, el sonido del silbato indica que es hora de buscar un lugar para descansar. Este momento de pausa no solo ayuda a regular la energía acumulada, sino que también enseña a los niños a identificar sus emociones y a relajarse. Al sonar el silbato por segunda vez, todos saben que es el momento de calzarse y recoger el espacio.
La actividad termina con una asamblea en círculo, en la que compartimos experiencias: lo que más les ha gustado, con quién han jugado y cómo se sienten. Esta reflexión grupal fortalece sus habilidades de comunicación, escucha activa y empatía.
La psicomotricidad relacional no solo impulsa el desarrollo motriz, sino que también trabaja aspectos fundamentales como la socialización, la autoestima y el manejo de emociones. Al permitir que los niños exploren sus propios límites y se relacionen libremente con sus compañeros, se fomenta un crecimiento integral en un entorno de respeto y confianza.


